Género y mucha tela para cortar


Esta mañana veníamos por la autopista desde Ezeiza a las seis y media de la mañana, sorteando bancos de niebla y pésimos conductores, mientras escuchábamos la radio. Por lo general, Daniel prefiere sintonizar el programa de Roberto Pettinato, porque pasa buena música y tiene un enfoque positivo en un horario en que solo querés seguir durmiendo. La cuestión es que hoy, al menos en el segmento que escuchamos, no estaba Petti y sí Mariel Di Lenarda y la locutora Marcela Godoy.

Las chicas comenzaron a hablar de Samantha Farjat, notorio personaje del caso Coppola, y allí surgieron los comentarios que me parecieron bochornosos, desubicados y carentes de todo respeto a las cuestiones de género. Esto, por decirlo de manera elegante y académica. Si quisiera expresarlo de manera más literaria, podría decir junto con García Márquez que el comentario fue típico del "carácter agrio de las hembras sin amor". Y si me saliera el barrio y mi infancia en La Matanza, lo simplificaría con: "Estas minas sangran por la herida".

Pero años de estudio y socialización me impiden expresar los chabacanos comentarios que podrían hacer mis primos varones, referidos a la carencia de actividades propias de hombres y mujeres en determinados y periódicos momentos. Cuando se vive en sociedad, se trata de superar ese tipo de tendencias, comentarios y demás actitudes que perjudican la convivencia.

Bien, las mentadas señoritas dijeron de su congénere Samantha que no sabían como hacía este tipo de chica para conseguir que un hombre se enamorara de ellas, se casaran a los dos meses y enseguida "les hicieran un hijo" (sic).

El comentario me sonó como el chasquido de un latigazo. Me hizo ruido y vi como Daniel me miraba de reojo, esperando la explosión que no tardó en llegar. Había varios puntos que señalar. El primero: típico comentario de señora/señorita envidiosa ante el éxito de sus colegas con el sexo opuesto. Segundo: increíble que una mujer diga de otra "le hicieron un hijo". Tiene tantos niveles de análisis esa frase tan poco feliz que daría para mucho. Pero la verdad, no tengo ganas de descender a la realidad de tan poco como son los desacertados comentarios que suelo escuchar de estas profesionales de la radio.

Lo que hice fue cambiar de estación y escribir este post. Porque más allá de la anécdota, lo que quiero rescatar es esto: bastante tenemos que lidiar con las publicidades sexistas de Axe, los parlamentos insólitos de la mamá de la publicidad de Kinder (que comentaré en otro post, porque realmente me parece espantoso) y los comerciales varios con sus estereotipos y violencias simbólicas, como para que dos mujeres se plieguen a la comparsa. Los ahora llamados comunicadores sociales deberían repensar un poco su rol: no se trata de hablar como un loro cuando se enciende la lucecita del estudio. Lo que se dice, repercute en la audiencia. Y más cuando se está en programas seguidos por muchas personas y consideran a los conductores modernos, informados, incluso, "progres".

Triste papel el de las mujeres que para parecer liberadas, divertidas y ocurrentes caen en vicios machistas en los que los hombres no incurrirían en la situación inversa.-

Por Marta Gaba

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